COMENTARIO: Campaña presidencial plagada de escándalos denota problemas internos en EEUU

10-21-2016 11:22

BEIJING, 20 oct (Xinhua) -- Pocos de quienes hayan observado de cerca la actual campaña presidencial estadounidense, plagada de escándalos, discrepan de que Estados Unidos, país que suele jactarse de su modelo político y económico, está pasando grandes apuros.

En todo EEUU, el populismo, el racismo y el aislacionismo van en aumento, mientras la violencia con armas parece ser un hecho cotidiano. Al mismo tiempo, su recuperación económica es cada vez más insegura y para arreglar su infraestructura, que se está desmoronando, se necesitan billones de dólares.

Estos son los serios desafíos que una administración estadounidense tras otra no han podido resolver.

Sin embargo, en vez de abordar estos asuntos, los dos candidatos presidenciales están más ocupados en atacarse, dejando poco espacio para discutir las soluciones que tanto se necesitan.

La candidata del Partido Demócrata, Hillary Clinton, ha mostrado poca integridad y valentía política para decir a los votantes lo que es correcto pero impopular, mientras que el del Partido Republicano, Donald Trump, sigue realizando observaciones irresponsables que han incitado al odio y al temor en el país y han avivado la preocupación en el mundo.

El hecho de que estas elecciones vayan a llevar a la Casa Blanca bien a una persona deshonesta o bien a una irresponsable muestra que el sistema político del que los estadounidenses están tan orgullosos y tratan de transplantar al resto del mundo sufre problemas significativos.

Ahora, "la ciudad brillante en la colina" que describiera el fallecido expresidente Ronald Reagan apenas puede despertar la esperanza de su propia población. Peor aún, los problemas internos de EEUU han generado un efecto adverso en el resto del mundo.

La década de 1990 fue testigo de una desregulación financiera generalizada en Wall Street, lo que dio lugar en los años siguientes a una crisis hipotecaria que puso a la comunidad internacional en un caos financiero sin precedentes. Hasta hoy día, es perceptible aún el daño de esa crisis y sigue siendo difícil que se produzca una recuperación económica sólida.

Durante décadas, la política exterior de Estados Unidos ha tenido un objetivo sencillo y claro: mantener un orden mundial propicio para garantizar la supremacía de Washington en todo el mundo.

Al emplear políticas de esta naturaleza, Washington siempre busca satisfacer sus propios intereses, so pretexto de promover las llamadas libertad y democracia en países y regiones que quiere gobernar o manipular. Además, ha hecho todo lo posible para evitar la aparición de cualquier posible adversario en su contra.

Para justificar su invasión de Irak en 2003, el gobierno de George W. Bush inventó descaradamente pruebas de la existencia de armas de destrucción masiva en ese país.

Sin embargo, lo que esperaba a EEUU no fue más que una aventura sangrienta que se cobró la vida de ciento de miles de personas inocentes y sirvió como preludio del surgimiento del grupo yihadista Estado Islámico, que ha protagonizado una ola de ataques terroristas en muchas partes del mundo.

La continua intervención de Washington no ha hecho más que hacer de Oriente Medio una región cada vez más plagada de terrorismo y violencia sectaria, ensombreciendo las perspectivas de paz a pesar del fuerte consenso en la comunidad internacional para acabar con las sanguinarias guerras de Siria y Yemen.

Además, esto socava totalmente la teoría sobre la aplicación a nivel mundial del sistema democrático de EEUU.

Aún peor, si Estados Unidos sigue obsesionado con el sensacionalismo, fracasa en su intento de resolver los problemas sociales y económicos arraigados, y continúa practicando su política exterior de manera perentoria, él mismo será su próxima víctima.

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Editor:Duan Hongyun | Fuente:
Xinhua
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